Cada vez que leo estos versos de Salinas no puedo dejar de pensar en su rabiosa actualidad.
Vivimos tiempos de conflictos, de renuncias, de negaciones. Los problemas se acumulan de tal manera que nos sentimos como arrojados en el laberinto o desvanecidos en el vértigo. Hay como un clausurarse en sí mismo, como un constante alargar la mano hacia aquello que, por inmediato, le puede satisfacer a uno momentáneamente. Más allá de nuestra mórbida rutina apenas oímos nada.
Pero resulta que lo cierto, lo que a pesar de todo sigue resonando, es esa llamada que constituye nuestro propio ser. ¿Qué nombre se le puede dar? ¿Tarea, misión, vocación…? Puede ser. Sin embargo, me parece más certero un nombre propio y unos apellidos (los de cada uno), la huella digital o la de la retina, cualquier signo que remita a la propia singularidad.
Si me llamaras, sí, si me llamaras, lo dejaría todo… No solo los precios, los catálogos y el azul del océano en los mapas, ni los días y sus noches, los telegramas viejos y ese amor que más bien parece una invención a mi medida. Dejaría también el afán de lucro y de poder, la fuerza instintiva que sólo busca satisfacer los apetitos, los rencores, los prejuicios y las verdades a medias…
Porque si me llamaras, sí, si me llamaras, el prodigio de mi nombre pronunciado por tu voz estallaría en luces infinitas: como son infinitas las estrellas que iluminan la que antes era noche oscura sobre todos y cada uno de nosotros.
[Entrada recuperada y levemente modificada de aquel blog que una vez tuve: elwawel]