De tu regazo nos arrancaron,
y fuimos desgajados de tu tronco.
Aún teníamos cuerpo.
Y ahora,
a la postre,
entre penumbras
sombras errantes somos,
sin bullicio ni canto,
sin danza,
sin relato.
Irreversible es ya la habitación del miedo.
¿Qué nos queda, mi hermano, si queda algo?
Dímelo tú, dímelo tú,
díme-
-lo.