Palpable

Para Marga, que a veces se miraba en el espejo

Atardece, y mis descalzos pies juegan a reiterar las huellas de tus pisadas en la arena fugitiva. Tú, un poco más adelante, no tan cerca del mar como me sentaría yo, presientes mi llegada. Me aproximo furtivo, dirías que juguetón, pero es porque así ahogo el anhelo de estar ya junto a ti, de escuchar de tus labios la respuesta que deseo.

Porque vengo de la casa, ¿sabes?, de la casa en cuya sala de estar se encuentra el sofá en el que me he quedado dormido, en el que entre sueños he sentido la tibieza de tus manos entre mis cabellos, de tus labios en mis labios, y la brisa salada que atravesaba el vano de la ventana abierta.

Al despertarme ya no estabas. Ni tú ni tu figura evanescente en el espejo de la entrada: esa figura a la que tanto he querido, retenida allá en el fondo del azogue como una promesa de presencia perdurable.

¿Sabes, mi amor? A veces me he recreado en llover miríadas de colores sobre ti, como pétalos o como gotas irisadas. ¡Resplandecías de una manera tan especial, tan núbil! Porque la lluvia es para mí como una boda, fecunda y germinal; aunque fuera en el mundo en el que habitabas reflejada y al tocarte sintiera tan solo la tersa luna.

Y ahora me acerco a ti. Me siento sobre la arena, cuerpo a cuerpo, y me estremezco al rozar mi piel contra tu piel, y mi rostro contra esa hebra indómita de tus cabellos, mariposa morena en el aire de la tarde.

De este atardecer que es puro ocaso, apenas rojo ocaso.

–La sangre tiñe tus manos. No puedes ocultarlo.

Y te miras las manos y la sangre, y sientes el abandono del clavel sobre la nieve blanca.

–¿Has sido tú? –pregunto sin ambages.

 Y en tu respuesta descubro que no hay necesidad de delatarte:

–Era mi doble. Tenía que retenerte en este lado del espejo.

Después de tus palabras, permanecemos en silencio. Tan solo nos alcanza el aliento del mar, quien en su repetirse ola tras ola suspira por ser eterno. El sol se ha ocultado tras la línea borrosa del horizonte. Y es ahora cuando te me revelas: real junto a mí, real al fin, ¡palpable!

Cae la noche sobre la imagen muerta.

Anuncio publicitario
Palpable