Paraguay 2013: nuestra esperanza

Desde la distancia percibo la inquietud que alienta en algunos comentarios que recorren las redes sociales en estos días de fin de año. Digo desde la distancia porque es desde la vieja Europa desde donde contemplo unas elecciones, las paraguayas, que asoman ya en el horizonte.

La inquietud no me sorprende: la oligarquía (lo sigue siendo) política del Paraguay no ha dado muestras de renovación en los años transcurridos desde la caída de Stroessner, allá por los inicios de 1989; ni siquiera en los últimos años, los malgastados desde que Lugo venció con votos colorados y liberales a una dividida Asociación Nacional Republicana.

La arena política contempla la lucha de intereses particulares y de ideologías, y del fragor de la contienda parecen haber huido los ideales de bien común, de solidaridad, generosidad y civismo. El jardín de los árboles floridos, el paraíso de la tierra sin mal y de la fecundidad de sus ríos parece ser aún un sueño lejano.

Desde la distancia te contemplo, Paraguay. Y aunque participo de tu inquietud, me aferro a la esperanza. Porque es el momento -siempre lo es- de abandonar herencias que nos lastran y renovar corazones.

Una nación no es un partido. Una nación no es una ideología, ni un grupo cerrado de intereses sectarios. Una nación surge de lo que se comparte, de la fecundidad de una tierra que se ofrece y de una cultura rica para sus hijos en recursos.

Puede que la oligarquía actual no entienda estos presupuestos. Puede también que algunos de los que han decidido responder a su vocación de servicio público reconozcan en ellos el sentido de su actuación. Y puede que una nueva generación se lance a la aventura de hacer realidad estos ideales que anidan en los corazones de tantos: ¡esta es nuestra esperanza!

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