Repsol-YPF

Cuando oigo hablar de privatizaciones y empresas multinacionales me pongo a temblar. La experiencia -tanto en Sudamérica como aquí en España- me ha demostrado que al final, como su mismo nombre dice, lo público se convierte en algo privado.

Privado quiere decir aquí que no me pertenece, y que en ese campo estoy a expensas de lo que Repsol, Telefónica, Iberdrola, Endesa o como se llame, se le antoje (hace ya años que dejé de creer que la ley de la oferta y la demanda importaba en el mundo de la economía).

Sin embargo, no acepto la tesis de Kirschner de que el 51% de acciones en manos del Estado signifique que YPF vuelva a manos de Argentina. No estaría mal que se empezara a reconocer a voz en grito que, en este caso como en tantos otros (no puedo evitar pensar en Hugo Chávez o en Duhalde o en Menem), el bolsillo de la nueva Evita atrae con avidez los bienes de la Nación.

Mi consuelo sería mirar algún lugar del mundo en el que eso no ocurra. Pero no lo hallo.

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