Cada mañana, cuando despertamos, nos incorporamos de nuevo a nuestra propia biografía. No es que al dormir nos abandone la vida: esta sigue latiendo, pero en estado de inconsciencia, de imágenes que caprichosamente juegan a componer historias inconexas con nuestros recuerdos.
Me despierto: la noche aún alienta más allá de la ventana. Alguien, desde el oscuro y callado firmamento, se dispone a asistir a un nuevo episodio de mi historia.
-Ayer no me dejaste ir por donde yo quería.
No escucho su respuesta, pero de alguna manera se me revela:
-Era más emocionante por donde yo decía.
Sonrío. Mientras me aseo, porque aseado hay que ir a la aventura, pienso en el día que me espera: un episodio más en mi biografía. En mi biografía compartida, adivinada desde una insondable eternidad que en mí -alienta el misterio- se hace tiempo, acción, novela.