Mediodía en Paraguay. Cuarto intermedio después de la defensa llevada a cabo por los abogados del presidente Lugo. Vergüenza de un Congreso que no ha estado, ni de lejos, a la altura de las circunstancias. Lo sé por facebook, por twitter, medios de comunicación más dinámicos que los tradicionales.
La mayoría de mis contactos (muchos de ellos amigos de antaño) están a favor de que Lugo se vaya, pero, a la vez, cargan con virulencia contra un Congreso por el que no se sienten representados y a cuyos miembros más visibles denuncian una y otra vez. Otros -los menos-parecen apoyar a Lugo y se hermanan con el primer grupo en la crítica mordaz contra los parlamentarios.
Mientras, Bolivia, Nicaragua y Venezuela acuden a la OEA para tildar el juicio político de «golpe encubierto». ¡Pobre presidente! Si su defensa en el Senado parece haber sido tan buena, ¿por qué hundirla con el apoyo de dictadores, corruptos y empobrecedores de pueblos, como lo son Morales, Ortega y Chávez?
Noticias aisladas aderezan la jornada: de los que se manifiestan en la plaza, de campesinos que cortan alguna ruta hacia el norte, de clases suspendidas y de poco más. Síntoma de que la mayoría de los paraguayos parecen querer vivir su día a día ajenos a una partida macabra que, desde los inicios de la transición, se esfuerza por retrasar la llegada de un Paraguay mejor: de un Paraguay garante de los derechos humanos, de la dignidad de su gente y de la justicia, orgulloso del funcionamiento y la calidad moral de sus instituciones.
Mediodía en Paraguay. ¿Cuántos años supone cada hora que nos acerca a esa noche serena y limpia en que mirar con ojos de ilusión al nuevo día?